sábado, 23 de agosto de 2008

Introducción al Fascículo 1 de Métodos de Investigación 1

Ricardo Martínez García

En el presente texto proponemos una revisión del hasta ahora utilizado Compendio 1 de Métodos de Investigación 1, con el fin de ofrecer una exposición de los temas que contribuya a la mejor comprensión de nuestros estudiantes, especialmente de los que hacen uso de la plataforma multimedia del Colegio de Bachilleres.

Para lograr lo anterior, se proponen en varios casos exposiciones más explícitas y claras que el texto anterior, que son a veces oscuras debido a la naturaleza misma de los temas. El aprendizaje de estos temas supone la realización de una lectura atenta, analítica y crítica, estratégica, pero sobre todo razonada, que implica un esfuerzo por hacer consultas intensivas de fuentes de información, especialmente diccionarios y monografías.

Este trabajo busca así la participación activa del estudiante, con el fin de que éste sea parte central de su propia formación, fomentando su labor investigadora, sea a nivel documental, bibliográfica o de cualquier otra índole.

El conocimiento, entrando en materia, es tan natural para nosotros como la respiración. Pero la pregunta es ¿Cómo conocemos?, ¿cómo es ese proceso? Desde que nacemos comenzamos a conocer, a desarrollar nuestras capacidades de conocimiento: desarrollamos primero nuestra sensibilidad y luego nuestro pensamiento. Este proceso de percepción y abstracción, mediante el cual construimos lo que llamamos los conocimientos, ha sido estudiado desde hace mucho tiempo; ha sido un tema recurrente en el pensamiento de los grandes filósofos de la historia, desde los primeros de quienes tenemos noticias –en el siglo VI antes de Cristo, es decir hace 2600 años- hasta los filósofos del siglo XIX y uno que otro contemporáneo.

Existe toda una tradición filosófica que aborda el problema del conocimiento, a través de la disciplina filosófica llamada epistemología, y que va desde Platón y Aristóteles hasta Descartes, David Hume, John Locke, Immanuel Kant, G.F.W. Hegel, Karl Marx, por mencionar algunos de los más importantes.

La razón de tal interés por la manera en que se construye el conocimiento radica en la necesidad del ser humano de obtener certezas y vivir a partir de ellas, de estar seguro de que la realidad en que se vive es de una manera y no de otra. Una vez que el ser humano es capaz de alejarse de sus creencias primigenias y de sus prejuicios (elementos que caracterizan al pensamiento mítico religioso), y es capaz de utilizar su capacidad de observación, de deducción y de inducción, tal como hicieron los primeros filósofos, entonces se está listo para construir una nueva manera de conocimiento: el conocimiento llamado ciencia.

Hay que considerar la idea de que la filosofía es, en todo caso, un esfuerzo por saber lo esencial de las cosas de manera racional, es decir, que la filosofía aspira a ser capaz de explicar lo que algo es (la naturaleza, el ser humano, Dios, la sociedad), a partir de su actividad racional e investigadora, entendida como ciencia. ¡De hecho es algo como lo que se te pide que realices, como estudiante, con este texto!

El conocimiento científico se vuelve entonces el tema central de este primer compendio de Métodos de Investigación 1. Naturalmente, el científico no es el único tipo de conocimiento que existe. Está por ejemplo el conocimiento cotidiano, de un nivel inferior al científico en cuanto a certeza y objetividad pero no por ello menos utilizado. Este conocimiento tiene un carácter social y está expresado en lo que más adelante veremos como creencia justificada por la legitimación social. La creencia es un modo de conocer, pero su nivel de certeza sufre al exigirle demostraciones o comprobaciones sobre lo que trata.

Otros tipos de conocimiento pueden ser el conocimiento político, el moral, el religioso, pero ninguno de ellos cuenta con la certeza objetiva que posee el conocimiento científico, el cual nos permite manejar fenómenos naturales y construir instrumentos y aparatos que nos hacen mejor y más cómoda la vida. De ahí la importancia de “conocer” o saber las características del conocimiento científico.

Nuestro objetivo o meta a alcanzar es examinar el proceso del conocimiento a partir de los tres modelos explicativos que plantean diferentes corrientes epistemológicas, analizar las condiciones de posibilidad de dicho proceso de conocimiento, desde la perspectiva teórica propuesta por Jean Piaget, estudiar la función de los marcos de interpretación, la función de las creencias en la construcción del conocimiento y finalmente revisar las características de los tres grandes tipos de conocimiento.

Los Tres Modelos Explicativos del Conocimiento

Los Modelos del conocimiento, de acuerdo con el objetivo 1.1 del plan de estudios de Métodos de Investigación 1,[1] el Modelo Mecanicista, el Idealista Subjetivo y el Objetivo Activista, son el resultado de una síntesis teórica de diferentes escuelas filosóficas que han abordado el problema epistemológico –es decir de los orígenes del conocimiento- como una relación entre el ser humano (al que llamamos sujeto) y su entorno, medio ambiente o mundo (al que llamamos objeto).

La dificultad de este tema se puede ejemplificar a través de la comparación con un hecho de la vida cotidiana: si se nos pidiera que estudiáramos y examináramos cómo es que respiramos (o caminamos, o nos movemos) y qué importancia tiene esta actividad para nosotros, entonces comprenderíamos un poco el problema: es la dificultad de la cercanía, de la naturaleza misma del conocer.

Está en nuestra naturaleza respirar, caminar, movernos y por supuesto, conocer. El problema que se nos presenta entonces es examinar cómo conocemos, o de cuántas maneras podemos concebir este problema.

Al examinarnos como sujetos con la capacidad de conocer (o sujetos cognoscentes) y cómo nos relacionamos con los objetos que nos rodean (como la naturaleza, la sociedad, el mundo, el mueble frente a nosotros), estamos reflexionando sobre lo que llamamos el proceso de conocer. La pregunta importante es ¿cómo conocemos?, y se trata de una pregunta de índole filosófica y sicológica. La ciencia, por su parte, responderá a la cuestión de qué es lo que conocemos, y entre el cómo y el qué se complementan para darnos una explicación racional de lo que son las cosas.

Casi todas las escuelas filosóficas están de acuerdo en exponer el problema epistemológico como una relación entre sujeto y objeto. La escuela dialéctica, con Hegel pero principalmente con Marx, añade un tercer elemento a esa relación: la sociedad.

Cuando en este contexto se dice “sujeto” siempre nos referimos a un hombre o mujer cuya conciencia puede autoidentificarse o autorreconocerse. Y cuando decimos “objeto” nos estamos refiriendo a aquello que está fuera de nosotros, lo que no somos nosotros.[2]

A veces al hablar de “objeto” nos referimos a cierta parte de nosotros, sobre todo cuando examinamos nuestro cuerpo. Decimos “el objeto de examen es mi pie, o mi inteligencia”; esto es ejemplo de cuando el objeto de conocimiento forma parte del cuerpo o mente del propio sujeto.

Tal vez de entrada te resulte difícil manejar los términos objeto y sujeto,[3] pero una vez entendidos estos conceptos, las dificultades de comprensión se refieren básicamente a otras dos ideas conceptuales: el aparato perceptivo y las estructuras del pensamiento.

Hay que señalar que tales dificultades son superadas consultando sus significados en un buen diccionario, lo cual te recomendamos constantemente en estudio de este material y como uno de los pasos esenciales en la indagación de cualquier tema: el manejo correcto del lenguaje. Dichos conceptos son esenciales para la comprensión de la esencia explicativa de los dos primeros modelos del conocimiento. Veamos el caso del Modelo Mecanicista.

[1] Que señalan: “El estudiante ubicará el proceso de conocimiento como interacción sujeto-objeto-sociedad, mediante el análisis de la interrelación que se establece entre estos tres aspectos. De esta manera, adquirirá una primera noción de epistemología que le permitirá explicarse cómo se construye el conocimiento”; la versión de los objetivos compilados que se utilizan en el SEAD no difiere mayormente, siendo igual en su esencia temática.
[2] En el siglo XVII John Locke había propuesto que la idea, como acto del pensar (o del conocer) tiene dos orígenes: “Los objetos de la sensación son uno de los orígenes de las ideas. Las operaciones de nuestra mente, son el otro origen de las ideas”. Arthur Schopenhauer, a principios del siglo XIX afirmó lo siguiente: “Llamaremos pura representación a todos los objetos existentes, incluso nuestro propio cuerpo. El sujeto es aquel que todo lo conoce y de nadie es conocido”. (Cf. Locke, J., Ensayo sobre el entendimiento humano, Fondo de Cultura Económica, México, 1986, páginas 83-4, y Schopenhauer, A., El mundo como voluntad y representación, Editorial Porrúa, México, 1983, página 20, ).
[3] Es en este tipo de conceptos que se recomienda ampliamente el uso de un diccionario de filosofía, ya sea impresos o en línea. Para el último caso utilícese el buscador de google.

Modelo Mecanicista

La relación entre el sujeto y el objeto es, de acuerdo con este modelo del conocimiento, un proceso mecánico que se inicia con el mero y simple entrar en contacto el sujeto con el objeto, a través del aparato perceptivo.

El proceso es mecánico porque está conformado por elementos que tienen una función específica, sin los cuales no es posible que se produzca correctamente dicho proceso. Es como un auto, el cual funciona en razón de sus componentes mecánicos. Para que el auto funcione óptimamente es necesario que todos sus componentes también funcionen correctamente.

El sujeto, equipado por naturaleza con un aparato sensorial o aparato perceptivo, formado por el conjunto de los cinco sentidos, entra en contacto con el objeto de manera totalmente pasiva a través de dicho aparato, el cual le reporta lo percibido a nuestra mente o conciencia, que son registradas en la memoria. Al conjunto de percepciones sensoriales se les llama “experiencia” sensitiva, o empiria.

La explicación mecanicista de la relación entre el sujeto y el objeto, se puede decir entonces, es el fruto de la reflexión filosófica de la escuela empírica, cuyos orígenes se encuentran desde Aristóteles[1] y llegan hasta los pensadores ingleses John Locke y David Hume.

Es importante hacer la contextualización del modelo mecanicista porque este tema está ligado a algunos otros que se exponen en Filosofía 1, y porque puedes así amplificar tu comprensión de las formas de pensar –o métodos- de los filósofos.

El modelo mecanicista es acertado o correcto cuando expone que es a través del aparato perceptivo que se produce el proceso de conocer, pero falla al no lograr explicar aquel tipo de conocimiento que no depende de la experiencia sensorial, sino del proceso de abstracción, fundamental en la construcción del conocimiento científico.

De ahí que su carácter cognoscitivo sea empírico, es decir referido exclusivamente a las percepciones sensoriales, las cuales son el resultado del reflejo fiel, 100% objetivo y neutral (como si fuera un espejo) del objeto, tal como señala el modelo.

La relación entre el sujeto y el objeto es, de acuerdo con este modelo del conocimiento, un proceso mecánico que se inicia con el mero y simple entrar en contacto el sujeto con el objeto, a través del aparato perceptivo.

El proceso es mecánico porque está conformado por elementos que tienen una función específica, sin los cuales no es posible que se produzca correctamente dicho proceso. Es como un auto, el cual funciona en razón de sus componentes mecánicos. Para que el auto funcione óptimamente es necesario que todos sus componentes también funcionen correctamente.

Esto último quiere decir que el sujeto construye, con los datos empíricos que le reporta su aparato perceptivo, una imagen o representación mental que es el reflejo fiel, totalmente objetivo y neutral, de lo que el objeto es. Una idea de esto nos la puede dar el reflejo de un espejo plano, que refleja exactamente la forma de los objetos sin distorsionarlos.


[1] Aristóteles señaló que “Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos son una prueba de esta verdad... Los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer por los sentidos. Pero este conocimiento en unos no proporciona la memoria; al paso que en otros la produce. Y así los primeros son simplemente inteligentes; y los otros son más capaces de aprender que los que no tienen la facultad de acordarse. En los hombres la experiencia proviene de la memoria. La experiencia es el conocimiento de las cosas particulares, y el arte, por el contrario, el de lo general”, por ello para Aristóteles la ciencia es un arte. (Cf. Aristóteles, Metafísica, Editorial Espasa-Calpe Mexicana, México, 1995, páginas 11-12)

Modelo Idealista Subjetivo


Opuesto al mecanicista, el modelo idealista subjetivo propone que es el sujeto el que mediante sus estructuras del pensamiento crea al objeto.[1]

Con frecuencia los estudiantes no alcanzan a ver que el texto, en este punto, no explica qué es eso de las “estructuras del pensamiento” y menos en qué sentido el sujeto “crea” al objeto. La estructura del pensamiento está dada por aquello que hace posible al propio pensamiento. Es como en un edificio, si preguntamos cuál es su estructura, nos dirán que es aquello que la soporta, sus cimientos, sus trabes y columnas. En el caso del pensamiento ocurre algo similar: lo que sustenta al pensamiento son la memoria, el lenguaje y la capacidad de conceptualización.

Este segundo modelo pasa por alto varios problemas conceptuales: una cosa es “crear” en nuestra conciencia una imagen o concepto del objeto para referirse a él y otra “crear” (darles el ser) a los propios objetos por medio de las mencionadas estructuras del pensamiento.

[1] Un representante de esta corriente epistemológica es el antes mencionado Arthur Schopenhauer y su obra citada.


El modelo idealista subjetivo exagera tremendamente sobre el papel del sujeto al decir que éste “crea” al objeto por medio de sus estructuras de pensamiento. En realidad lo que el sujeto crea (o construye) son imágenes o conceptos del objeto, utilizando sus estructuras del pensamiento, con la mencionada capacidad de conceptualización, de memorizar y del lenguaje, y esas imágenes son lo que constituye el conocimiento que tiene de él.

La mejor manera de entender lo que el modelo propone es concebir el proceso cognoscitivo como aquel en el que el sujeto, mediante sus estructuras de pensamiento, o para decirlo con otras palabras, sus capacidades intelectuales, genera una idea, imagen o concepto del objeto, pero no a partir de la nada, o de un mundo ideal, como plantea Platón, sino de los datos reportados por su aparato perceptivo. Además entendiendo que la existencia del objeto es algo que no depende del pensamiento del sujeto.

La postura teórica acerca de que un sujeto genera la idea del objeto a través de su percepción sensible y de sus estructuras mentales es la que sustenta de algún modo el tercer modelo, aunque en el texto el papel o función que juega la sociedad está enfatizada en esa relación sujeto-objeto.

Modelo Objetivo Activista


Este modelo explica que la relación sujeto-objeto se enriquece con un tercer elemento, no considerado en los dos modelos anteriores: el papel cognitivo desempeñado por la sociedad.

Sólo se puede pensar que el objeto es activo (porque este modelo dice que tanto el sujeto como el objeto son activos e interactúan) en la medida en que está conformado por la sociedad, por el conjunto de los sujetos viviendo en sociedad.

Se trata del modelo explicativo de la relación sujeto-objeto y sociedad que mejor explica el proceso que da como resultado el conocimiento. Por una parte reconoce que el sujeto efectivamente conoce a partir de su aparato perceptivo, como propone el primer modelo, y además acepta que una vez recibidos los datos sensoriales, éstos son ordenados y clasificados por las estructuras del pensamiento, tal como propone el segundo modelo, dando como resultado la generación de conceptos, ideas e imágenes que son las representaciones mentales de los objetos y que constituyen nuestro cuerpo o sistema de conocimientos.

Pero no sólo eso, sino que además considera que el sujeto en cuanto ser social, lleva a cabo actividades que interactúan e influyen en la manera, formas y contenidos de conocer de otros sujetos precisamente por la actividad social, entendida ésta como la unión de todos los fenómenos culturales, económicos, políticos y religiosos.

Cuando asistimos a la escuela e interactuamos con los profesores a través de preguntas y respuestas, o cuando abordamos algún transporte público o pagamos los servicios, o vamos a algún servicio religioso o comida de trabajo, en cada caso estamos interactuando socialmente.

Claro que no toda interacción produce cambios o modificaciones tanto en el sujeto como en el objeto, pero sí habrá cambios en aquellas interacciones en la que el sujeto modifica su pensamiento o acciones (cuando aprende algo nuevo y lo aplica) o cuando el sujeto cuenta con cierta preponderancia social (al promulgar una ley o ser líder de algún grupo) o, como en el caso de un científico verdaderamente connotado como Albert Einstein[1].


[1] Revisa algunas biografías de este personaje. Por ejemplo la que se encuentra en http://www.biografiasyvidas.com/monografia/einstein/index.htm

Estructuras que posibilitan la Construcción del Conocimiento

Otro de los elementos temáticos que los estudiantes suelen pasar por alto y no alcanzan a comprender, debido también un poco a que el propio texto del Compendio Fascicular de Métodos de Investigación 1 no es muy claro,[1] es el que se refiere a las estructuras que posibilitan la construcción del conocimiento.

Además es un tema que, por su importancia en la comprensión del proceso de conocimiento es esencial, ha sido inexplicablemente relegado tanto en los objetivos del programa de estudio como en los objetivos compilados que se manejan en el Sistema Abierto.[2]

Si bien es un tema que se asume presuntamente como algo que se ha manejado tanto en el primer modelo del conocimiento como en el segundo, es algo que por eso mismo no se explica con suficiente sencillez y claridad, y por ello carece de la profundidad necesaria.

Lo primero que hay que explicar es qué significado tiene el concepto de estructura.[3] El Pequeño Larousse Ilustrado ofrece varias nociones a este concepto, de las cuales tomaremos tres básicas:

Estuctura: 1. “Manera en que las diferentes partes de un conjunto, concreto o abstracto, están dispuestas entre sí y son solidarias, y sólo adquieren sentido en relación al conjunto: la estructura de una red, la estructura del cuerpo humano; 2. Armadura que constituye el esqueleto de algo y que sirve para sostener un conjunto: la estructura de un edificio. 3. Filos. Conjunto ordenado y autónomo de elementos interdependientes cuyas relaciones están reguladas por leyes”.[4]

La primera noción de estructura nos hace ver que lo importante es que los elementos sólo tienen sentido en relación con el conjunto. El ejemplo de la estructura del cuerpo humano es muy bueno, pues nos hace ver que el cuerpo consta de diferentes partes o elementos que reunidos en un conjunto dan como resultado el cuerpo total. Ahora comentemos algo sobre cada noción del concepto.

Respecto al problema epistemológico que ya han explicado los tres modelos del conocimiento, es claro ver que en el primer modelo, la llamada estructura sensible se refiere al aparato perceptivo como la fuente primaria del conocimiento, pero se le resta importancia a lo que ocurre con esos datos percibidos una vez en la mente o pensamiento del sujeto, pues sólo se dice que son “registrados”.

La segunda noción de estructura habla de que ésta es como un esqueleto o armadura, dando como ejemplo la estructura de un edificio.

Un edificio está estructuralmente formado por los cimientos, las trabes, las columnas, las paredes de apoyo. La idea que subyace es que la estructura es lo que sustenta a algo, sea un cuerpo, un edificio o, en términos más abstractos, lo que sostiene al proceso de conocer.

La tercera noción de estructura considerada aquí, y que tiene un carácter filosófico, hace énfasis en el carácter autónomo del conjunto y la interdependencia de los elementos que forman la estructura de algo.

Si hablamos de las estructuras que posibilitan la construcción del conocimiento estaremos hablando de los elementos que intervienen en esa construcción, que son autónomos en el sujeto, pero que están íntimamente ligados y sin los cuales no es posible la construcción del conocimiento ni de nada.

Estructura Física o Sensible

El texto fascicular mencoinado habla de dos tipos de estructuras: las físicas y las intelectuales, pero no abunda en ellas porque da por supuesto que ya sabes de qué se trata el asunto. En realidad son las mismas estructuras que, combinadas, hacen posible la conciencia, el pensamiento y el conocimiento, tal como deja en claro el filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant [5]

Si has leído con suficiente atención te habrás dado cuenta de que la estructura física es lo que en el primer modelo del conocimiento, el mecanicista, llamamos el aparato perceptivo: los cinco sentidos. Ésa es la estructura que hace posible la construcción del conocimiento empírico.

Sería de esperar que cada ser humano goce por naturaleza de sus cinco sentidos, pero se da el caso de que a veces nacen personas con ceguera o sordera, que son dos de las carencias más comunes. No sé hasta ahora por ejemplo de alguien que haya nacido sin el sentido del tacto, tal vez porque este sentido depende de toda la piel del cuerpo, que es el órgano más grande.


Estructura Intelectual

¿Cuáles pueden ser los elementos que forman la estructura intelectual? Naturalmente aquellos sin los cuales sencillamente el pensamiento no se sostendría porque no tendría coherencia ni manera de traer a la conciencia los recuerdos.

Si partimos, para explicar la función de esta estructura, de la idea de que el pensamiento sólo se expresa mediante un lenguaje expresado mediante una gramática, y que éste sólo es posible en la medida en que tenemos la capacidad de conceptualizar las cosas, de abstraerlas y representarlas mentalmente –que es la que según algunos nos distingue de los demás animales, entendiendo por esa capacidad la razón o racionalidad- entonces tenemos que señalar que la estructura intelectual primaria es la capacidad de lenguaje, sin la cual no hay conocimiento.[6]


[1] Compendio Fascicular de Métodos de Investigación 1, capítulo 1, página 16.
[2] En el programa de estudios de la materia, el objetivo 1.1.1.1 señala que el estudiante entenderá el proceso de conocer y la relación entre sujeto y objeto, y “entre la estructura y génesis del conocimiento”. En los objetivos compilados no hay ningún objetivo que se refiera a las estructuras cognoscitivas, con lo que se pierde de vista este importante tema para la comprensión global del problema del conocimiento.
[3] Para este tipo de consultas es recomendable el uso de un diccionario especializado o enciclopedia.
[4] Pequeño Larousse Ilustrado, Ediciones Larousse, Colombia, 1998, página 426.
[5] Kant, en la introducción de la Crítica de la Razón Pura, luego de estudiar la tradición empirista, explica la importancia del conocimiento empírico, para luego exponer las condiciones para que éste se produzca, en lo que él llama estética trascendental, y que es parte esencial en la originalidad de su propuesta epistemológica. Kant dice “No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿por dónde iba a despertarse la facultad de conocer, para su ejercicio, como no fuera por medio de objetos que hieren nuestros sentidos y ora provocan por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento nuestra capacidad intelectual para compararlos, enlazarlos, o separarlos y elaborar así, con la materia bruta de las impresiones sensibles un conocimiento de los objetos llamado experiencia?” (Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Pura, Editorial Porrúa, México, 1982, página 27).
[6] Esta idea la expresa muy bien André Langaney cuando dice que “Lo que distingue verdaderamente a nuestra especie de las otras es nuestro lenguaje: somos capaces de combinar palabras, según una gramática, para construir frases, y éstas adquieren así un sentido superior a la simple agregación de palabras. Es un lenguaje de “doble articulación” de palabras y sentido... Los simios poseen una memoria, pueden comprender palabras. Pero, mientras no se pruebe lo contrario, no pueden adquirir una gramática. La capacidad lingüística parece propia del cerebro humano y la ponemos en práctica apenas contamos con palabras para decirla”. (Cf. Langaney André, et al, La más bella historia del hombre, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1999, página 23 y 24).



Lenguaje, Memoria y Conceptualización

Como el conocimiento es acumulativo, el lenguaje también sirve para recordar lo que ya se ha percibido o ya se conoce por la experiencia comunicada de otros (una vez aprendido el conjunto de códigos lingüísticos que forman el lenguaje), aunque para eso entra en funciones otro elemento de la estructura intelectual que hace posible la construcción del conocimiento: la memoria, sin la cual no sería posible recordar la relación entre el concepto y lo representado (como Aristóteles en su obra la Metafísica señala de manera muy clara).

Por eso le podemos decir a una persona que lo conocemos: porque lo recordamos a lo largo del tiempo, o porque alguien confiable nos ha hablado de él. Claro que lo anterior, en ambos casos, no garantiza un conocimiento exhaustivo ni exacto.

El caso de las ciencias es diferente porque los fenómenos de la naturaleza muestran en sus comportamientos una regularidad que no tienen muchas acciones humanas, por eso es que se supone que el conocimiento científico es más “objetivo”, es decir lo más apegado al ser propio de la cosa percibida.[1]

La estructura racional, como también podemos llamar a la estructura intelectual, está caracterizada por su capacidad de ordenar, comparar, clasificar, juntar o aislar conceptos, lo mismo que por su capacidad de lenguaje y de memoria.

El contexto de estos temas, esencialmente epistemológicos, amplía la visión que debes tener del quehacer filosófico y científico, para que no veas este tipo de problemas con la aridez característica de una visión superficial, y con un poco de aplicación lograrás interesarte en ellos para ampliar tus propias lecturas.

Lo ideal sería, al menos en esta área, lograr lo que Eduardo Nicol propone en alguno de sus libros: que más que aprender lecciones de filosofía sobre el problema del conocimiento, lo que se debe aprender es a pensar: más que aprender contenidos temáticos (como parte de un currículo académico) se debe aprender a ser crítico, a pensar de manera propia con respecto a los problemas planteados por los filósofos a lo largo de la historia. Se debe aprender a cuestionar los hechos de la naturaleza y de la sociedad como ellos lo han hecho.

Es por supuesto de gran importancia también no perder de vista los objetivos de evaluación propuestos por el Colegio, pues a pesar de que a veces parecen representar limitantes formales y académicos, por su ambigüedad o su generalidad, son a final de cuentas las metas a alcanzar.

Podría pensarse que hay una contradicción en lo que se ha dicho: por una parte se aboga por la enseñanza a pensar y por otra se señalan los lineamientos formales de las evaluaciones sumativas, pero en el fondo no hay tal cosa, se puede cumplir con las dos intenciones: al aprender a pensar y a investigar, el cumplimiento de los objetivos se da por añadidura.

[1] Aunque hay algunos pensadores que están seguros de la infalibilidad de las ciencias, pero no lo están del papel sociológico que puede llegar a jugar la ciencia, como Paul Feyerabend, quien en un artículo titulado “Cómo defender a la sociedad contra la ciencia” señala que es necesario defender a la sociedad de la ciencia cuando se ha convertido en una ideología que se enseña en las escuelas de manera acrítica y casi religiosamente. “Mi crítica a la ciencia moderna es que inhibe la libertad de pensamiento”, sostiene Feyerabend (CF. Hacking, Ian, comp. Revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, Breviarios, México, 1985, páginas 294-8).

La Teoría Piagetiana

La teoría sicogenética de Jean Piaget

Jean Piaget, quien era suizo de nacimiento (1896), trabajó durante muchos años en Francia, donde logró gran fama como científico. Doctor en Filosofía y Psicología, ocupó la cátedra sobre tales especialidades en las Universidades de Neuchatel, Ginebra, Lausana y la Sorbona. Una de sus especialidades de estudio fue el conocimiento desde el punto de vista del desarrollo sicológico, o sicogénesis.
En 1955 Piaget creó el Centro Internacional de Epistemología Genética que dirigió hasta su muerte. Sus trabajos de Psicología genética y de Epistemología buscaban una respuesta a la pregunta fundamental de la construcción del conocimiento.

Cuando murió en 1980 era el más célebre y destacado psicólogo de niños del mundo. Durante muchos años fue director del Instituto Jean-Jaques Rousseau de Ginebra, cargo en el cual había sido designado en 1929. Aunque su influencia en el continente europeo fue muy grande, en el círculo sicológico anglosajón su repercusión sólo se hizo visible hasta fines de la década de 1950, debido en parte a su insistencia en explorar el mundo interior infantil, lo cual chocaba con el conductismo de aquella época.

Piaget afirmaba que el pensamiento de los niños es de características muy diferentes a la de los adultos. Con el proceso de maduración se produce una serie de cambios sustanciales en las modalidades de pensar, que Piaget llamaba metamorfosis, es decir una transformación de las modalidades del pensamiento de los niños para convertirse en las propias de los adultos.[1]

Piaget explica por una parte la manera en que, de acuerdo con él, se produce el desarrollo cognitivo (de las capacidades de conocer) en la mente de los seres humanos, desde que nacen hasta que se convierten en adultos y por la otra el proceso de adquisición de nuevos tipos de conocimiento que se añaden a un anterior cuerpo de conocimientos. Examinemos estos conceptos.

Las etapas del desarrollo cognitivo según Piaget son:

A: Nivel Senso Motor

1) La etapa senso-motora (0-2 años) está caracterizada porque en ella los niños muestran una vivaz e intensa curiosidad por el mundo que les rodea, su conducta está dominada por las respuestas a los estímulos; aprenden a moverse y a alcanzar las cosas utilizando su cuerpo. Todo lo quieren probar y tocar. Para Piaget la inteligencia existe antes del lenguaje, por lo que esta etapa puede llamarse también de “inteligencia sensomotora”.

2) La etapa preoperacional (2-7 años) es aquella en la que el pensamiento del niño es mágico y egocéntrico, cree que la magia puede producir acontecimientos y los cuentos de hadas le resultan atrayentes, además se cree el centro de todos los sucesos, que todas las cosas giran en torno a él, resultándole muy difícil ver las cosas desde otro punto de vista; desarrolla su capacidad de lenguaje y aprende a leer.


B: Nivel Lógico Matemático

3) La etapa de las operaciones concretas (7-11 años) se caracteriza porque en ella el pensamiento del niño es literal y concreto, puede comprender que 8+11=19, pero la formulación abstracta, como la de una ecuación algebraica, sobrepasa su captación. En este nivel el niño ya distingue entre él y el mundo exterior y es conciente de que su existencia es una entre las demás.

4) La etapa de las operaciones formales en el nivel adulto, señala que el sujeto es capaz de realizar altas abstracciones y efectuar reflexiones (11-15 años), aquí el niño realiza inferencias o deducciones, es la etapa correspondiente a las facultades superiores de los seres humanos como la socialización. La vida social transforma la inteligencia por la acción del lenguaje, del contenido de los cambios (valores intelectuales) y de las reglas que impone al pensamiento (normas colectivas).

[1] Información tomada de http://www.temas-estudio.com/PIAGET_JEAN_1896_1980.asp, para una revisión más extensa de las teorías de Piaget, véase http://www.monografias.com/trabajos16/teorias-piaget/teorias-piaget.shtml




El proceso de equilibrio-desequilibrio

El aprendizaje de nuevos conocimientos, impulsado por los tres tipos de necesidades que contempla Piaget –las necesidades fisiológicas, las emotivas y las intelectuales- y que generan un desequilibrio en el sistema cognitivo, es decir en nuestro conjunto de conocimientos ya establecidos, sólo es posible mediante un proceso de asimilación, de ajuste y de adaptación, luego de los cuales se produce nuevamente el equilibrio.

El hecho de que el proceso de equilibración del conocimiento esté fundamentado en conceptos como asimilación, adaptación y acomodación, nos hace ver que la explicación de Piaget se inspira, en parte al menos, en la teoría evolucionista de Darwin, en la que las especies de animales que sobreviven son aquellas que se adaptan y se acomodan a sus nuevos entornos vitales.

Piaget explica que nuestro conocimiento sólo se lleva a cabo si existe una estructura que lo sustente a través de los esquemas de representación de los objetos conocidos, dando por descontado el desarrollo normal sicogenético del sujeto. Veamos las definiciones de estos conceptos.

Estructura: está formada por el conjunto de respuestas que tienen lugar luego de que el sujeto de conocimiento ha adquirido ciertos elementos del exterior. Así pues, el punto central de lo que podríamos llamar la teoría de la fabricación de la inteligencia es que ésta se "construye" en la cabeza del sujeto, mediante una actividad de las estructuras que se alimentan de los esquemas de acción, o sea, de regulaciones y coordinaciones de las actividades del niño. La estructura no es más que una integración equilibrada de esquemas

Esquema: el esquema es aquello que poseen en común las acciones, por ejemplo "empujar" a un objeto con una barra o con cualquier otro instrumento. Un esquema es una actividad operacional que se repite (al principio de manera refleja) y se universaliza de tal modo que otros estímulos previos no significativos se vuelven capaces de suscitarla. Un esquema es una imagen simplificada (por ejemplo, el mapa de una ciudad).

Adaptación: La adaptación está siempre presente a través de dos elementos básicos: la asimilación y la acomodación. El proceso de adaptación busca en algún momento la estabilidad y, en otros, el cambio. En sí, la adaptación es un atributo de la inteligencia, que es adquirida por la asimilación mediante la cual se adquiere nueva información y también por la acomodación mediante la cual se ajustan a esa nueva información.

La función de adaptación le permite al sujeto aproximarse y lograr un ajuste dinámico con el medio. La adaptación y organización son funciones fundamentales que intervienen y son constantes en el proceso de desarrollo cognitivo, ambos son elementos indisociables.


Asimilación: La asimilación se refiere al modo en que un organismo se enfrenta a un estímulo del entorno en términos de organización actual. "La asimilación mental consiste en la incorporación de los objetos dentro de los esquemas de comportamiento, esquemas que no son otra cosa sino el armazón de acciones que el hombre puede reproducir activamente en la realidad" (Piaget, 1.948).

De manera global se puede decir que la asimilación es el hecho de que el organismo adopte las sustancias tomadas del medio ambiente a sus propias estructuras. Incorporación de los datos de la experiencia en las estructuras innatas del sujeto.

Acomodación: La acomodación implica una modificación de la organización actual en respuesta a las demandas del medio. Es el proceso mediante el cual el sujeto se ajusta a las condiciones externas. La acomodación no sólo aparece como necesidad de someterse al medio, sino se hace necesaria también para poder coordinar los diversos esquemas de asimilación.

Equilibrio: Es la unidad de organización en el sujeto cognoscente. Son los denominados "ladrillos" de toda la construcción del sistema intelectual o cognitivo, regulan las interacciones del sujeto con la realidad, ya que a su vez sirven como marcos asimiladores mediante los cuales la nueva información es incorporada en la persona.

El desarrollo cognoscitivo comienza cuando el niño va realizando un equilibrio interno entre la acomodación y el medio que lo rodea y la asimilación de esta misma realidad a sus estructuras. Es decir, el niño al irse relacionando con su medio ambiente, irá incorporando las experiencias a su propia actividad y las reajusta con las experiencias obtenidas; para que este proceso se lleve a cabo debe de presentarse el mecanismo del equilibrio, el cual es el balance que surge entre el medio externo y las estructuras internas de pensamiento.

Proceso de Equilibración: Aunque asimilación y acomodación son funciones invariantes en el sentido de estar presentes a lo largo de todo el proceso evolutivo, la relación entre ellas es cambiante de modo que la evolución intelectual es la evolución de esta relación asimilación / acomodación.

Para Piaget el proceso de equilibración entre asimilación y acomodación se establece en tres niveles sucesivamente más complejos.

Las Condiciones Histórico-Sociales en la Construcción del Conocimiento


En cada una de las sociedades en que se desenvuelve el ser humano, es posible encontrar una serie de elementos condicionales que intervienen en la formación de un tipo de conocimiento que depende de las condiciones propias de las sociedades de las que se trate.

Cada ser humano, cada sujeto cognoscente, nace, crece, se desarrolla en las condiciones propias de una sociedad particular. Incluso en cada sociedad hay múltiples subdivisiones, dependiendo del tamaño de cada una de ellas.

Los elementos que identifican a una sociedad son su lengua, su sistema de creencias, sus modos de producción, su historia y su cultura, todo con gran cantidad de matices, variaciones y modificaciones que se realizan en cada subdivisión de esa sociedad, dependiendo de su localización geográfica. Los elementos que identifican a los seres humanos, desde el punto de vista de su aptitud para conocer, son su capacidad de racionalización, (de conceptualización, de memorización y de verbalización o lenguaje).

Veamos primero el concepto de la condición social humana, para de inmediato ver la condición individual humana.

La condición social del ser humano

La condición social del ser humano se caracteriza por ser una condición racional, por una parte, y por otra parte por el hecho de que pertenece a un particular grupo de ser vivo “no especializado” del reino animal, hecho que coloca al ser humano en posibilidades de desarrollarse en sociedad de múltiples formas.

El hecho de que se considere al ser humano como un ser “no especializado” no necesariamente es así, pues se puede proponer la idea de que el hombre sí tiene una especialización: la de conocer a través de su capacidad intelectual, precisamente su capacidad racional, gracias al desarrollo de sus habilidades, como el desarrollo de un lenguaje y de un método para registrar el conocimiento a través de la escritura.

Incluso la especialización biológica del ser humano puede consistir en su capacidad para caminar erguido y en sostener objetos en sus especializadas manos con pulgar oponible. Así que no se puede decir que no cuenta con una especialización biológica ni mucho menos intelectual.

Es cierto que el ser humano no posee características especiales tanto para alimentarse como para defenderse del ataque de otros animales, como garras, colmillos o sentidos súper desarrollados, pero su adaptabilidad al entorno (a través del uso de herramientas) y su capacidad de alimentarse de diferentes fuentes hacen de él un ser verdaderamente versátil. Claro que requiere de extremos cuidados cuando es bebé, e incluso cuando madura y crece, pero la vulnerabilidad de su falta de elementos naturales para defenderse la supera perfectamente con su hábito de vivir en sociedad.

En el libro La historia más bella del hombre, uno de sus autores afirma que “En realidad, la especie humana está compuesta de casos particulares. Todo el mundo es diferente a todo el mundo. Desde nuestros primeros antepasados, ochenta mil millones de seres humanos se han sucedido en la Tierra. Y, sin embargo, nunca ha habido nadie como usted ni como yo en toda la historia del hombre. O sea que todos somos diferentes. Y todos somos parientes...”[1]
Los hombres, al formar una sociedad, aportan sus características propias como sujetos, con las cuales todos de alguna manera nos identificamos: estilos de vida, ideales, creencias, conocimiento.
El ser humano, desde que se separó –presumiblemente debido al resultado de la evolución- de sus parientes más próximos, los primates, ha atravesado por un proceso de desarrollo en el que está involucrado tanto su entorno social como su capacidad intelectual. Su especialización, como ser biológico podríamos decir, lo mismo que algunas comunidades de insectos, es la de convivir en sociedad.

Pero la sociedad es susceptible de cambios en su estructura y en su constitución, cambios impulsados a través del ejercicio intelectual de sus miembros, y que pueden transformar la manera de vivir y de concebir el mundo.

Estos cambios dentro de las sociedades humanas –desde el pequeño grupo tribal hasta esos enormes conglomerados de grupos humanos que suponen las sociedades en las grandes ciudades- se han dado efectivamente a lo largo del tiempo. Y eso cambios, registrados gracias a la invención de la escritura, son lo que constituye la historia de la humanidad.

Ahora bien, la historia de la humanidad, por el hecho de haber sido escrita por hombres y mujeres con diferentes maneras de ver el mundo en diferentes momentos es, naturalmente, susceptible de muchas interpretaciones. Existen diferentes maneras de explicar la historia de la humanidad, dependiendo del tipo de fenómenos sociales a los que se les dé prioridad en la explicación.

Hay historias del pensamiento (filosóficas), historias de las maneras de gobernar (políticas), de las creencias (religiosas y/o míticas), de las expresiones del espíritu (artísticas), etc.

Una de las principales historias que se han escrito sobre la humanidad es la de la historia desde el punto de vista de la actividad económica. Y uno de los principales teóricos sobre las condiciones económicas fue Carlos Marx. A sus propuestas teóricas se les conoce como materialismo histórico.

La concepción materialista de la historia que tenía Marx consistía en la formulación de una serie de teorías para explicar los cambios, desarrollos y modificaciones que se llevan a cabo en las etapas históricas de las diferentes sociedades, a partir de factores prácticos, tecnológicos o materiales, específicamente de lo que Marx llamó modos de producción y de las formas de trabajo.

Dichos modos de producción se refieren a las relaciones entre la producción de bienes y las riquezas que se establecen en las diferentes sociedades con quienes detentan la propiedad de esos bienes. Así, en las primeras comunidades, formadas primero por cazadores y luego por recolectores de plantas, había una relación de trabajo perfectamente diferenciada (la división del trabajo) pero en la que todos resultaban beneficiados y no se generaba riqueza para unos y pobreza para otros.

Con el advenimiento de la sociedad esclavista, el predominio de los fuertes, de los conquistadores, pone al servicio de los vencedores el producto del trabajo de los sometidos a esclavitud, quienes tienen que trabajar para los otros en actividades más variadas: caza, cultivo, manufactura de bienes de consumo (zapatos, ropa, utensiliso, etc.).

Cada modo de producción que planteó Marx (esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo, comunismo) explica la manera en que se rigen los medios de producción, los grandes beneficiarios y los cuantiosos sometidos que sólo poseen como capital la fuerza de su trabajo. Y a veces ni eso, debido a que carecen de formación académica y profesional, debido a las carencias en las que ha vivido.[2]

La condición individual humana

En la vida concreta del ser humano existen al menos dos tipos de condicionamientos que lo predisponen hacia el conocimiento. El primer condicionamiento se refiere a las capacidades físicas e intelectuales que tiene cada sujeto. Normalmente estas capacidades son homogéneas en casi todos los hombres, esto es, cada ser humano cuenta con una inteligencia que podemos llamar “normal”, la cual desarrolla en su vida cotidiana.

Por otro lado, se encuentran las condiciones que tienen que ver con el tipo de comunidad en el que se desenvuelve y vive el sujeto y el tiempo en el que le ha tocado estar en el mundo. Digamos que son las condiciones históricas y sociales que cada uno vive de manera particular.

Examina por ejemplo tu caso particular y pregúntate por el tipo de familia a la que perteneces, la manera particular que tienes de hablar (si vas al norte o al sur del país de inmediato te identifican como foráneo, y no se diga si viajas al extranjero). Analiza el tipo de educación y el nivel de ingresos con los que cuenta tu familia.

De una manera más abierta, piensa en las nociones sobre política y religión que tiene tu círculo familiar más cercano y las que se perciben en la población, por lo que se dice en los medios de comunicación. Cada una de esas respuestas te dará una idea de lo que son las condiciones sociales e históricas que identifican no sólo a una persona sino a un conjunto de ellas, que es lo que llamamos sociedad.

Las concepciones de la sociedad acerca de la vida vigentes son nuestro marco de interpretación de la realidad. En efecto, las preguntas antes señaladas nos dirán cuáles son nuestras concepciones sobre qué tipo de gobierno tenemos, en qué creemos, qué es la ciencia, cómo debemos vivir y convivir con los demás (normas de conducta).

Esta manera de ver el mundo, de pensarlo y de vivirlo, lo estudió con gran detalle el filósofo Carlos Marx[3], aunque él consideró de mayor relevancia las condiciones económicas que rigen la sociedad (evidentemente porque la economía es un condicionante muy importante de la sociedad).

Lo que Marx propone es generar una explicación rigurosa y precisa de la noción que se tiene generalmente de lo que es el mundo o la realidad. Es decir que podemos construir un marco de interpretación riguroso para entender el marco de interpretación común que utilizamos en nuestras vidas casi sin darnos cuenta. Porque todos tenemos una noción, por vaga que sea, de lo que es el mundo o la realidad (podemos creer que el mundo es algo misterioso, o que mi mundo es sólo lo que conozco y las personas que conozco, o podemos tener una visión más amplia. Todo depende de qué nivel de conocimientos tenemos).

[1] Langaney, André, Clottes, Jean; Guilaine, Jean; Simonnet, Dominique. La historia más bella del hombre. Como la Tierra se hizo humana. Barcelona, Anagrama, 1996, página 19.
[2] Para mayor información sobre este tema, consulta http://es.wikipedia.org/wiki/Modo_de_producción
[3] Lee la biografía de este importante filósofo en http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=368 y examina también uno de sus propuestas fundamentales: el materialismo histórico, que es un marco de interpretación de la realidad, en http://es.wikipedia.org/wiki/Materialismo_histórico

El Marco de Interpretación

A la noción que tenemos del mundo, a la manera en que concebimos cómo están relacionados los fenómenos cotidianos que todos vivimos o experimentamos, noción que depende de nuestra educación y nuestra formación social, a esa noción le llamamos marco de interpretación

Podemos decir entonces que las concepciones con las que contamos, en el momento presente de nuestras vidas, son nuestro marco de interpretación de la realidad. Esto quiere decir que por una parte nuestra relación con el mundo, a través del conocimiento, es posible gracias a instrumentos cognoscitivos tales como ideas, conceptos y teorías que constituyen nuestro cuerpo de conocimiento disponible.

Estos conocimientos –en lo que toca a la ciencia- han sido aceptados por el conjunto de la comunidad científica y forman parte del acervo cultural, válido en una época determinada histórica y socialmente.

De tal manera que al relacionarnos con el objeto, estamos interpretando a partir del aparato conceptual que por consenso, es aceptado como el único válido en nuestro momento histórico-social. Interpretamos los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad a partir de las concepciones vigentes y en relación con éstas, adquieren significado los objetos y los hechos. Dichas concepciones forman lo que podemos llamar Aparato Conceptual (del mismo modo que cuando hablamos de la percepción y de los cinco sentidos hablábamos del Aparato Perceptivo)

Por otra parte, las concepciones o aparato conceptual –las ideas, conceptos y teorías sobre los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad- no permanecen inalterables ni ajenas a las transformaciones histórico-sociales, generalmente se modifican o cambian, dando lugar a nuevas concepciones que conservan, niegan y/o superan a las anteriores concepciones, en razón de que las nuevas concepciones explican mejor aquellos fenómenos a los que se esté estudiando o interpretando.

Ahora bien, ¿qué provoca el cambio de un marco de interpretación a otro?, ¿cuáles son las causas de este cambio? A continuación mencionaremos en primer lugar las causas internas dentro del aparato o cuerpo conceptual aceptado que provocan el cambio de un marco de interpretación a otro y, en segundo lugar, señalaremos las causas externas.




Causas internas que modifican el aparato conceptual o marco de interpretación.

Cuando un cuerpo de conocimientos disponibles, basados en nociones conceptuales ya establecidas y aceptadas por la comunidad científica, es insuficiente para explicar satisfactoriamente algún aspecto de la realidad conforme a la perspectiva u objeto de estudio que se investiga, en ese preciso momento histórico-social los instrumentos cognoscitivos (aparato conceptual) a disposición del sujeto no le ayudan a tener una relación óptima (en términos de conocimiento) con el objeto y exigen el cambio de marco de interpretación, aunque hay que decir que ese cambio rara vez se produce de manera total. Los cambios importantes en los marcos de interpretación son conocidos como revoluciones científicas, concepto que ha estudiado con gran acierto Thomas S. Kuhn.[1]

Lo común es que el marco de interpretación que ya no es suficiente para explicar las causas de los fenómenos sufra algunas modificaciones o cambios, que le permitan mejorar la comprensión del fenómeno.

Si la visión a partir de la cual se investiga al objeto da lugar a nuevas preguntas que permitan formular los problemas de manera distinta, se modificará la perspectiva desde la cual se conduce la investigación. También la adquisición de nuevos instrumentos –tales como nuevos observatorios espaciales, o nuevas técnicas de investigación científicas- permite abordar problemas hasta entonces inaccesibles al sujeto, lo cual enriquece su marco de interpretación al incorporar nuevos elementos.

Estos dos son casos en los que, por exigencias del propio sistema cognoscitivo como conjunto de conocimientos que se percata de que necesita saber más para explicar más, surge la necesidad de construir un nuevo “marco epistémico o marco de interpretación”. Veamos ahora cómo las condiciones histórico-sociales en las que se construye una concepción, provocan el cambio de un marco de interpretación a otro.

Causas externas que modifican el aparato conceptual o marco de interpretación.

En la medida en que el rumbo de alguna investigación está dirigido por los estímulos o presiones sociales que demandan solución a problemas de carácter práctico –como guerras, necesidad de alimentación, de salud, etcétera- en esa misma se brinda apoyo (económico, político o social) concentrando esfuerzos y recursos (humanos, materiales) al estudio de cierto tipo de fenómenos.

Dicho de otro modo, el rumbo de una investigación está dirigido por las “necesidades e intereses socialmente impuestos” (necesidades aceptadas y reconocidas por la comunidad, que son conocidas como paradigma social).

En consecuencia el qué, el cómo y el para qué se conocen, obedecen a las necesidades e intereses prioritarios para una sociedad en un momento histórico socialmente determinado. Una hambruna, una epidemia, inundaciones, motines masivos, rebeliones. Necesidades e intereses ligados a una ideología y correspondientes a una clase social, que forman la personalidad del sujeto (en particular sus estructuras y disposiciones), originándose diferentes “puntos de vista” en el conocimiento.

[1] Cf. Kuhn, Thomas S. La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.

Función de las Creencias en la Construcción del Conocimiento

Tal vez el estudio de este tema tendría que ubicarse al inicio de este texto, puesto que consideramos que las creencias son la base de todo conocimiento, son el punto de arranque de nuestras opiniones sobre los objetos o fenómenos que tienen relación inmediata con nosotros. Bueno, ubicamos este tema hasta este momento por respeto al programa de estudios para esta asignatura. Ver hasta este momento este tema tal vez nos permita recapitular algunos puntos que ya hemos visto anteriormente.

Luis Villoro, en Creer, saber, conocer, ofrece la siguiente definición de creencia: “Un estado disposicional adquirido, que causa un conjunto coherente de respuestas y que está determinado por un objeto o situación objetiva aprehendidos”.[1]

La definición anterior quiere decir que cualquier creencia por principio es una idea adquirida que nos ofrece algún tipo de respuesta coherente respecto a un objeto o situación objetiva, y yo añadiría que incluso a alguna situación subjetiva, pues a veces creemos que somos de alguna manera y luego resulta que ni nosotros nos conocíamos algún tipo de respuestas, físicas o emocionales, que damos en momentos determinados.

“Creer no implica necesariamente actuar como se cree. El paso de la disposición a la acción requiere de factores suplementarios: adopción de un fin (intención y emociones). Por eso sólo podría inferirse la creencia a partir de las acciones efectivas de un sujeto”, señala Villoro en el texto citado.

Para saber qué cree alguien, de acuerdo con lo anterior, sólo hace falta examinar sus acciones efectivas. Esto se parece mucho a lo que Jesús decía en el evangelio: que “por sus frutos los conoceréis”. “Si el saber es una especie de creencia, podrá verse como un estado disposicional adquirido que orienta la práctica del sujeto ante el mundo… Así el saber es una disposición a actuar que se orienta por la firme garantía de que las acciones del sujeto están determinadas por la realidad; implica, por lo tanto, la seguridad de que su práctica será acertada”. (Op. Cit. Página 73)

Así, la relación sujeto-objeto-sociedad implica de manera elemental algunas formas de conocimiento particulares, las cuales son resultado de las acciones entre los sujetos y su relación con el mundo. Estas formas de conocimiento particular son las llamadas creencias, las cuales implican un tipo de conocimiento cuando corresponden a los objetos o son aceptadas por la sociedad en un contexto histórico-social determinado.

[1] Villoro, Luis, Creer, saber, conocer, Siglo XXI Editores, México 1999, página 71.

La Naturaleza de las Creencias

La o las creencias sólo son posibles, sean disposiciones que producen respuestas objetivas o disposiciones hacia respuestas subjetivas, si existen los siguientes elementos necesarios (elementos también necesarios para todo tipo de conocimiento) para que se produzcan tales respuestas:

a) El lenguaje, es el instrumento que permite a los sujetos reconstruir la acción realizada en el pasado, relatar el presente y proyectar el futuro; por este instrumento el relato de sus acciones se expresa en proposiciones tales como “creemos que el bien lleva al éxito”, expresando con claridad y coherencia sus creencias. Sin lenguaje no podrían existir ni creencias ni ningún tipo de conocimiento.

b) La intuición (la facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento) condiciona y permite la interiorización de percepciones en forma de imagen, que son fundamentales para la relación con los fenómenos naturales y sociales. Es por intuición que la creencia se vincula con hechos concretos, relaciona al sujeto con el mundo de modo práctico, por ejemplo, cuando se afirma: “Creo que el tren llegará tarde”. Se puede afirmar lo anterior porque, sin necesidad de razonamientos, es fácil percibir que tal hecho se producirá, dadas las circunstancias.

c) La socialización. Por medio de ella los sujetos entran en relación unos con otros y se presenta una interacción que tiene como resultado que los sujetos adquieran un sistema de creencias tales como valores e ideales, mediante los cuales la acción entre ellos queda determinada por objetivos o fines concretos.

La socialización permite la adquisición de un conjunto de reglas que se constituyen como guía para la acción. Al afirmar: “Creo que todos los hombres tienen los mismos derechos”, la proposición se constituye, dentro de un sistema de creencias, guía para la acción en relación con el trato y respeto para con otros.

d) La reflexión. En cada sujeto se da una deliberación interna que contrasta las conductas y las acciones exteriores, poniendo en “tela de juicio” las creencias y las acciones e implicando que las propias creencias se refuercen, modifiquen o cambien; así por ejemplo, “creo que en México vivimos una pseudodemocracia, que en realidad es una oligarquía”, por la reflexión, esta creencia puede ser cambiada, modificada o reforzada y por ello las conductas y acciones del sujeto.

En este sentido, dichas creencias se modificarán de acuerdo a la manera en que percibamos que se justifican. Si hay buenas razones para justificar esas creencias, entonces sí se modifican.

e) Las operaciones racionales. Al establecer la relación entre dos acciones que posibilitan una tercera, el sujeto genera nuevas creencias con la finalidad de enriquecer su sistema de creencias, que es la condición para tener una concepción del mundo (dicho sistema de creencias estará formado por el conjunto completo de sus marcos de interpretación).

Las condiciones de posibilidad, lenguaje, socialización, reflexión y operaciones racionales no son las únicas, pero sí las necesarias para originar las creencias en los sujetos.

La naturaleza de las creencias depende de los factores internos: lenguaje, intuición reflexión y operaciones racionales, y los externos: socialización y estructura social, con la finalidad de formar un sistema de “verdades concretas” que le permiten al sujeto organizar, dirigir y realizar sus acciones en el mundo.

Los Tipos de Justificación de las Creencias


De acuerdo con lo visto anteriormente, nos damos cuenta de que hay al menos tres formas en que se justifican las creencias:

1 Por voluntad o motivos (personales). Cada sujeto justifica sus creencias por su propia voluntad, por la capacidad del sujeto de querer o desear.

Esta creencia se justifica por la voluntad individual, la cual está constituida por los propósitos que tiene el sujeto, de modo consciente, para satisfacer sus necesidades o estados de bienestar.

Todo motivo está dirigido hacia un fin u objetivo y por tanto implica “motivos prácticos” por los cuales el sujeto realiza una acción específica.

Justificar las creencias por motivos puede implicar que el sujeto no está convencido, y sin embargo; acepta la creencia y la disposición para la acción, porque así lo desea, su voluntad decide qué querer.

Cuando decimos, por ejemplo, que alguien tiene el deseo o la voluntad de ser mejor persona, y de que ser mejor persona significa ayudar a los necesitados, el motivo que lo impulsará a la acción será la creencia de que ayudar a los necesitados lo hace mejor persona.


2 Por razones. A veces se considerará necesaria una justificación más completa de las creencias, y entonces se debe recurrir a la razón, es decir, a la reflexión coherente para dar fundamentos que convenzan al sujeto de que sus creencias son correctas y por ello las considere verdaderas.

El proceso de justificación de una creencia a partir del razonamiento consiste en buscar una estructura lógica, lo que le permite al sujeto sostener las creencias como verdaderas para que le guíen en su relación con el mundo y con disposición para la acción en relación con los hechos concretos. Para realizar la justificación de una creencia por la razón, el sujeto tiene que considerar los siguientes aspectos:

Asumir una actitud de deliberación que permita considerar que sus creencias son concluyentes. Deliberar para fundamentar la creencia.
La deliberación debe implicar coherencia entre la creencia a justificar y la del resto de creencias que tiene el sujeto.
Veamos un ejemplo de lo anterior tal y como lo expone Luis Villoro en su libro antes citado:

1. S quiere (desea) que la creencia C esté justificada
2. S cree que determinado proceso de deliberación D conduce a la justificación de C
3. S procura que se dé D
4. D conduce a una justificación de C suficiente para S
5. S cree C

Supongamos, por ejemplo, que S es Susana, quien desea que la creencia de ser mejor persona (C) esté justificada, por lo que Susana cree que el proceso de deliberación sobre cómo ser mejor persona da como resultado la propuesta de auxilio a personas necesitadas (D), auxilio que justifica creer que uno es mejor persona (C). Entonces Susana procura que efectivamente se produzca el auxilio a los necesitados (D), pues esto conduce a la justificación de su creencia de ser mejor persona (C), por lo que Susana cree en efecto ser mejor persona (que sí misma, no en comparación con alguien en particular).

El sujeto considera los límites del proceso de justificación y al efecto parte de dos alternativas: a) cuando sus creencias son posiblemente verdaderas y b) cuando son verdaderas. Cuando su creencia es posiblemente verdadera o bien, verdadera.

Imaginemos otro ejemplo, para lo cual expondremos el caso del famoso médico griego Hipócrates ante un hipotético intento de justificar una creencia por voluntad o motivos personales:

“La epilepsia no es una enfermedad sagrada”.

Hipócrates cree que el siguiente proceso deliberativo (conjunto de razones relacionadas lógicamente) justifica que “La epilepsia no es una enfermedad sagrada”, y viene el proceso deliberativo:

1. La epilepsia tiene una causa natural
2. Los brujos y los purificadores creen poseer piedad y conocimientos superiores y atribuyen a los dioses la enfermedad.
3. Usan la divinidad como pretexto y pantalla para su propia incapacidad.

Hipócrates procuró que se diera el proceso anterior y obtuvo la conclusión: “La epilepsia no es una enfermedad sagrada”.

La deliberación justifica la creencia suficientemente para Hipócrates. Entonces... Hipócrates cree que la epilepsia no es una enfermedad sagrada”.
3 Por legitimación social.

Hasta ahora señalamos dos procesos para justificar una creencia, por la voluntad y por razones; éstas corresponden de modo específico al propio sujeto, pero no se excluye que existan procesos de justificación exteriores al sujeto, en donde las creencias se justifican por un contexto social o sistemas de poder como aquéllos que se originan en el dogmatismo, sistemas religiosos o sistemas económico-políticos.

El sujeto, en tanto ser social, y por las creencias dadas dentro de una estructura de poder, realiza sus acciones supeditadas al interés propuesto por el sistema de creencias, en el que el principio de autoridad y el poder son incuestionables y son los únicos que legitiman y justifican las creencias en un sistema social.

Por lo tanto, las creencias se pueden dar y justificar de tres modos:

- Por la voluntad o motivos (personales).
- Por la razón.
- Por la legitimación de un orden social o poder dominante.

LOs Tres Tipos de Conocimiento


Como has podido ver hasta ahora a lo largo de este curso de Métodos de Investigación, nuestro tema central de reflexión ha girado en torno al conocimiento. Hay diferentes niveles de certeza en cada tipo de conocimiento, dependiendo del objeto o fenómeno del que se trate. Tú mismo habrás podido comprobar que tus conocimientos tienen diferentes niveles de certeza, pero que siempre puedes aumentar tus conocimientos en la medida en que conoces mejor y más preciso aquello que es de tu interés estudiantil.

Uno de los principales problemas a los que un estudiante como tú se enfrenta al emprender estudios sobre un tema teórico reflexivo, como lo es el tema del conocimiento y tal y como lo abordamos en este curso, es el del manejo correcto del lenguaje. Esto significa que para aprender nuevas cosas tenemos primero que manejar términos conceptuales, los cuales no estamos acostumbrados a utilizar de manera cotidiana.

La mejor manera de aprender nuevos conceptos teóricos consiste en consultar sus significados (pues un concepto a veces cambia de significado dependiendo del contexto en el que se le ubique, contexto que estará dado por el tipo de marco de interpretación que utilicemos), consultarlos en el básico y típico tumbaburros, en un buen diccionario, ya sea impreso o en línea.

A lo largo de este curso, te habrás dado cuenta, se te ha sugerido hacer consultas a diferentes páginas Web con el fin de que busques información pertinente –que a veces puede ser desde saber el significado de una palabra o concepto, hasta averiguar de manera general nociones sobre teorías o explicaciones generales a algún tema- con el fin de estimular tu curiosidad, pero también con la más concreta intención de habituarte a hacer consultas e investigación a través de esta maravillosa herramienta que es Internet.

Ahora examinaremos con mayor precisión las características propias de cada tipo de conocimiento, dependiendo de su grado de certeza.

Cuando logramos sacar adelante las necesidades impuestas por la vida cotidiana, y la vida ya no es un mero sobrevivir, se forma un conjunto de actividades de índole cultural que ya no nos resultan tan necesarias, como ir al cine, ver televisión, creerlo todo o no someterlo a crítica, etcétera, y que implican ciertos grados de conocimiento. También esas creencias son, con frecuencia, superficiales y erróneas. A pesar de todo, creemos tener la razón cuando emitimos opiniones sobre ellas. Recordarás un programa de televisión llamado “¿Y usted, qué opina?” en el que se discutían problemas sociales o familiares y en el que no se llegaba a nada. ¿La razón de eso? Simplemente que se movían en el ámbito de las simples creencias, las cuales en el peor de los casos estaban basadas en prejuicios que no contribuyen al conocimiento de los fenómenos causantes de los problemas que se discutían en el programa.

Si comparamos nuestras ideas sobre el mundo cotidiano que nos rodea con las de los libros de ciencias, es bastante probable que nos demos cuenta que nuestras experiencias y creencias son limitadas para explicar el mundo. Los ojos se nos deben empezar a abrir, si lo anterior nos produce curiosidad por saber más.

Las metas que debes tener como estudiante no se pueden reducir al simple conocimiento común (válido, como hemos visto, en determinadas situaciones), lo ideal es penetrar en el tipo de conocimientos más riguroso, más crítico, más objetivo y más reflexivo; entonces surge la cuestión:

¿Cómo pasar del conocimiento cotidiano al científico y finalmente al filosófico?, ¿Qué los distingue y qué los caracteriza? Veamos entonces sus características y sus diferencias

El Conocimiento No Científico, o Empìrico

De manera general, si se toma en consideración la manera en cómo se adquiere, de manera más precisa, el conocimiento puede ser; intuitivo (adquirido en la escuela de la vida) o descriptivo (adquirido en la escuela académica).

Si se toma en consideración su fundamentación y universalidad, lo ubicaremos en: conocimiento no científico, científico y filosófico.

El conocimiento llamado no científico, cotidiano y si se quiere vulgar (no en el sentido peyorativo de la palabra, sino en el sentido etimológico, que hace referencia a su origen popular –vulgo: pueblo) puede ser examinado desde diferentes ángulos

El conocimiento vulgar proviene del término latino “vulgus” (pueblo), es propio al común de los hombres; la generalidad de la población se encuentra en un estado aceptable de conocimiento, es decir, el sujeto que conoce algo acerca de un objeto, fenómeno o proceso sin investigar el por qué o la causa que lo produce como tal, tiene un conocimiento parcial, aislado, contingente y superficial de él. Tú y yo contamos con gran cantidad de conocimiento de este tipo, que utilizamos de manera completamente cotidiana.

Ejemplo: Cuando nos toca cocinar a nosotros mismos el desayuno, pronto descubrimos que no debemos verter agua en el sartén con aceite caliente, a riesgo de sufrir quemaduras en la mano (¿Quién no se ha quemado friendo huevos?); cuando necesitamos ir al centro de nuestra ciudad, tal vez la primera vez que vayamos nos perdamos, o realizaremos rodeos innecesarios, pero con la experiencia pronto daremos con una ruta más rápida y directa.

El conocimiento vulgar está formado por las noticias que se tienen de las cosas o la información que se recibe de personas mayores. Es un conocimiento elemental que se apoya en el sentido común y popular, difundido en la población a partir de un saber poco profundo de las cosas. Se trata de un conocimiento cuyo origen es incierto, puesto que se difunde a través de la interacción cotidiana que establece la gente, y está lleno de subjetividad por el correr del tiempo. A veces toma forma de rumor, a veces de opinión pública.

El conocimiento vulgar es el que pertenece a las actividades cotidianas. Por otra parte, el conocimiento empírico, como también se le conoce al conocimiento no cientifico, es llamado así por el termino “empiria” que significa experiencia; su aceptación radica, a diferencia del vulgar, en la experiencia propia del sujeto, y no tanto en el sentido común y popular.

Ejemplo: el artesano, tejedor de palma, sabe que en su ambiente húmedo la palma será manipulable en mayor grado y debido a ello la experiencia lo ha llevado a tejer durante ciertas horas del día (preferentemente por la noche) y en ciertas condiciones propicias para ello (cuevas húmedas), independientemente de que esto puede causarle problemas de salud (como reumatismo y ceguera nocturna).

Aquí la observación no es simplista, en este caso importa la producción y el ahorro de materia prima (palma).

Así decimos que a través de la experiencia el hombre acumula los datos obtenidos por los sentidos: textura, color, tamaño, ubicación de los objetos, temperatura, sonidos, etc., siendo el fundamento de este conocimiento la percepción de los datos sensibles y una dependencia total en la fidelidad sensorial, quedando el conocimiento en este limitado ámbito.

El conocimiento empírico lo poseemos todas las personas como resultado de la propia experiencia sin ir más allá, es decir, sin proponer algún conocimiento de otro tipo (científico). Se trata de un saber basado en la práctica. Sólo lo singular tiene sentido, es decir, el efecto de la práctica individual y la opinión al respecto pueden ser verdaderos o falsos, pero finalmente se refieren a un campo limitado de los sentidos.

El ser humano en general se ve como sumergido en el mundo o realidad y lo acepta tal y como aparece: “El cielo es azul”. “El Sol es un disco que gira alrededor de la Tierra”. “La Tierra es el centro del Universo”. Damos por hechos ciertos fenómenos, sin percatarnos de lo extraordinarios que son en sí mismos y sin indagar el porqué de ello.

Por ejemplo, el respirar lo damos por hecho, pero cuando enfermamos de los bronquios o, en el peor de los casos, de una pulmonía, anhelamos la normalidad de nuestra respiración sin preocuparnos de las causas que produjeron la enfermedad. Claro que el caso de un médico ante esa enfermedad es completamente diferente: él tratará de examinarla como hombre de ciencia, y más específicamente desde la medicina, buscando las causas que la provocan.

Mediante nuestros sentidos percibimos el mundo que nos rodea, aprehendemos datos mediante observaciones prácticas, y razonamos sobre éstas. Pero de alguna manera, los aspectos que se consideran a partir del conocimiento cotidiano, son una realidad estática o tan sólo datos parciales y peculiares.

El conocimiento empírico lo tenemos las personas como resultado de la propia experiencia, y es intranscendente en el sentido de que no va más allá del hecho o fenómeno particular.

Este conocimiento empírico, construido por el hombre en su diario acontecer a través de su experiencia y de su relación inmediata con objetos, puede naturalmente ser el comienzo del conocimiento científico: si esta apreciación cotidiana de la realidad es examinada mediante la investigación metódica, se obtienen conocimientos científicos con explicaciones más precisas.

Es necesario señalar que la teoría científica y su actividad experimental se encuentran vinculadas a los conocimientos empíricos; esta relación puede ser directa, cuando de la teoría se deducen consecuencias verificables; o indirectas cuando la relación de los hechos empíricos se lleva a cabo a través de otros planteamientos teóricos con los cuales se encuentra relacionada.

El conocimiento no científico normalmente no va más allá del fenómeno particular y a menudo está contaminado con cuestiones subjetivas, como creencias o mitos.

El Conocimiento Científico


Hablar de conocimiento no es únicamente hablar de las representaciones que nos hacemos de las cosas en nuestra mente, se trata también del proceso mediante el cual el hombre va organizando el saber, va superando las experiencias espontáneas o cotidianas hasta llegar a un saber sistemáticamente ordenado, coherente y metódico como es el caso del conocimiento científico; dicho conocimiento se refiere a un objeto, es el conocimiento de algo (de la realidad misma).

El conocimiento científico es un proceso mediante el cual el hombre va organizando el saber, va superando las experiencias cotidianas (pero sin eliminarlas), hasta llegar a un saber más profundo y sistemático, ordenado, coherente, verificable, preciso, especializado y universal.

El conocimiento científico pretende descubrir relaciones constantes de causa y efecto que se obtienen mediante la investigación metódica y apropiada; en el conocimiento científico las propuestas explicativas surgen de una revisión, para poder dar una versión unitaria de lo que nos rodea; encuentra y formula las leyes y principios que corresponden a los fenómenos y los acontecimientos.

Este tipo de conocimiento se propone ofrecer explicaciones profundas de amplio alcance objetivo, con mayor rigurosidad y precisión; dicho conocimiento se apoya en las leyes y principios, cuyo ordenamiento lleva sus experiencias a razonamientos más profundos y busca establecer conclusiones de validez universal.

La finalidad del conocimiento científico es, en definitiva, tratar de comprender los procesos causales o leyes que regulan la naturaleza, la historia o hechos sociales para, en esta medida, conocerlos mejor y eventualmente poder transformarlos o modificarlos.

La diferencia entre el conocimiento no científico y científico radica, según algunos investigadores, básicamente en el método y en la elección de un objeto de estudio determinado. El método, por otra parte, permite que el conocimiento científico logre la sistematicidad, la objetividad y la coherencia.

Características del Conocimiento Científico


Las características del Conocimiento Científico son:

Objetivo. Es decir que trata a los hechos evitando introducir en su explicación cosas sobrenaturales, o valores sentimentales o emocionales, apegándose exclusivamente a ellos. La objetividad como característica primordial rebasa la subjetividad; por tanto, como categoría de validez general clarifica y precisa al fenómeno de conocimiento.

Sistemático. Consiste en establecer un orden o coherencia entre los conocimientos producidos en la investigación. En otras palabras, su explicación es causal, o sea que propone la causa de un fenómeno, así como sus efectos.

Racional. Toda explicación debe estar fundamentada, a través de principios y teorías científicas pertinentes, es decir que tengan una conexión coherente con el objeto que se pretende explicar.
Universal. Esta característica señala que cualquier conocimiento tiene validez para todos los objetos del conjunto a que se refieren las afirmaciones; por ejemplo: las afirmaciones que se hacen de las características esenciales de un perro en particular (cuadrúpedo, canino, que ladra, etcétera) son validas para todo perro en general. Otro ejemplo lo ofrecen las matemáticas, pues una expresión algebraica, como el de una parábola, es la misma para todos los estudiantes de matemáticas del mundo.

Relacionable. Consiste en relacionar y descubrir las conexiones y vínculos entre los fenómenos y acontecimientos que conforman la realidad; por ejemplo, en Física el explicar matemáticamente la relación que existe entre dos cuerpos que se atraen y se repelen.

Verificable. Es un proceso mediante el cual se someten a prueba nuestras afirmaciones sobre los hechos, para confirmar si son verdaderas o falsas, y que cualquier científico (persona) lo pueda comprobar. Un ejemplo lo daría el calentar el agua y medir la temperatura al momento del hervor, en las mismas condiciones de control experimental.

A estas alturas no es necesario mencionar que el conocimiento científico requiere de un lenguaje especializado, ciertamente diferente del que usamos tú y yo en nuestras vidas cotidianas. Piensa en una conferencia dictada por algún científico especialista en algo. Pronto te darás cuenta de que siempre necesitamos antes manejar algunas nociones básicas de la especialidad referida para entender algo de lo que dice el conferencista.

Incluso algunos estudiantes que ya han leído –auque no con suficiente atención- el texto de este curso, tal vez se queden con la impresión de no haber entendido completamente lo leído. Pues bien, eso se debe a que no manejan las nociones conceptuales mínimas requeridas, pero lo peor es que no han tenido cuidado de consultarlas, sea preguntando al asesor o consultando las fuentes apropiadas.

El Conocimiento Filosófico

El conocimiento filosófico, a diferencia del científico, pretende explicar el porqué de los fenómenos, más que el cómo, que es el fuerte del conocimiento científico. En otras palabras, el conocimiento científico es más descriptivo, pues describe cómo se producen las cosas, sus causas y sus efectos, pero el conocimiento filosófico nos ofrece –en el mejor de los casos- una explicación global de un conjunto de fenómenos u objetos.

En relación con el conocimiento filosófico, podemos detectar algunas de sus características, si hacemos un repaso muy breve de cómo los diferentes pensadores han realizado su trabajo a lo largo de la historia.

Los filósofos, cuando realizan investigaciones para producir conocimientos, no utilizan ningún telescopio, microscopio o aparato de medición. El instrumento básico que requiere el filósofo, y con el cual examina su entorno, es básicamente el razonamiento. Naturalmente que el filósofo debe conocer bien, desde el punto de vista científico, aquello que examina, pues su interés es ir más allá de lo que explica el científico sobre los fenómenos observados. Eso es lo que hacen los filósofos de la ciencia: examinan las formas metodológicas con las que la ciencia construye sus leyes, revisan las posibles consecuencias del uso tecnológico de las diferentes ciencias y sus implicaciones éticas, por señalar un ejemplo.

El trabajo filosófico es un trabajo en que la actividad racional juega un papel de suma importancia, ya que cuando los filósofos generan nuevas ideas, lo hacen después de haber analizado y criticado no sólo su pensamiento sino también el de otros filósofos y científicos tanto anteriores como contemporáneos.

El análisis y la crítica son dos herramientas metódicas que tiene el filósofo para producir conocimientos.

Mediante un buen análisis podemos darnos cuanta de cómo se han ido desarrollando los razonamientos (tanto los nuestros como los de los filósofos). Esto nos permite detectar fallas y contradicciones en nuestras explicaciones.

Mediante la crítica refutamos dichas fallas y contradicciones, y proponemos su superación. Por la crítica, el filósofo busca conocer las concepciones imperantes en determinada sociedad, siendo una de las diferencias entre el científico y el filósofo la manera de abarcar los fenómenos.

El primero (científico), selecciona los fenómenos y su objeto de estudio, el químico estudia los cambios en la materia y la energía, el biólogo a los seres vivos, etc. Por su parte, el filósofo estudia los fenómenos como totalidades; busca entender sus relaciones, por ejemplo, entre la ciencia, el arte y la tecnología, o la utilidad del método en las diferentes disciplinas científicas, etcétera.

La mayoría de los filósofos están de acuerdo en aceptar que, aun cuando los problemas señalados soliciten explicaciones que tienen que ver con objetos o procesos que realmente existen, la Filosofía no va a tener como objeto de estudio los hechos, de manera en que los científicos se ocupan de ellos o de modo en que el conocimiento común los aborda.

La filosofía se ocupa de objetos que en muchos de los casos son abstractos, esto es, de objetos a los que no podemos conocer por la vía estrictamente sensorial (utilización de los sentidos). Así, pues, la filosofía presenta la característica de conocer objetos que son abstractos (no sensoriales), sobre los cuales intenta establecer características universales.

Pero no solamente eso: la filosofía se constituye como un conocimiento de carácter universal en cuanto que clarifica “conceptos” que son utilizados tanto en la vida cotidiana como en diferentes campos del saber. En este caso tenemos conceptos tales como “creer”, “conocer”, “saber”, “verdad”, “teoría”, entre otros. Podemos decir, finalmente que todo el estudio que hemos realizado en este curso sobre el conocimiento, ha sido de alguna manera filosófico, pues hemos tratado de estudiar el tema de manera global, examinando todos sus posibles ángulos, hasta acabar con las características de los tres principales tipos de conocimiento, al menos para nosotros en este momento.