sábado, 23 de agosto de 2008

Introducción al Fascículo 1 de Métodos de Investigación 1

Ricardo Martínez García

En el presente texto proponemos una revisión del hasta ahora utilizado Compendio 1 de Métodos de Investigación 1, con el fin de ofrecer una exposición de los temas que contribuya a la mejor comprensión de nuestros estudiantes, especialmente de los que hacen uso de la plataforma multimedia del Colegio de Bachilleres.

Para lograr lo anterior, se proponen en varios casos exposiciones más explícitas y claras que el texto anterior, que son a veces oscuras debido a la naturaleza misma de los temas. El aprendizaje de estos temas supone la realización de una lectura atenta, analítica y crítica, estratégica, pero sobre todo razonada, que implica un esfuerzo por hacer consultas intensivas de fuentes de información, especialmente diccionarios y monografías.

Este trabajo busca así la participación activa del estudiante, con el fin de que éste sea parte central de su propia formación, fomentando su labor investigadora, sea a nivel documental, bibliográfica o de cualquier otra índole.

El conocimiento, entrando en materia, es tan natural para nosotros como la respiración. Pero la pregunta es ¿Cómo conocemos?, ¿cómo es ese proceso? Desde que nacemos comenzamos a conocer, a desarrollar nuestras capacidades de conocimiento: desarrollamos primero nuestra sensibilidad y luego nuestro pensamiento. Este proceso de percepción y abstracción, mediante el cual construimos lo que llamamos los conocimientos, ha sido estudiado desde hace mucho tiempo; ha sido un tema recurrente en el pensamiento de los grandes filósofos de la historia, desde los primeros de quienes tenemos noticias –en el siglo VI antes de Cristo, es decir hace 2600 años- hasta los filósofos del siglo XIX y uno que otro contemporáneo.

Existe toda una tradición filosófica que aborda el problema del conocimiento, a través de la disciplina filosófica llamada epistemología, y que va desde Platón y Aristóteles hasta Descartes, David Hume, John Locke, Immanuel Kant, G.F.W. Hegel, Karl Marx, por mencionar algunos de los más importantes.

La razón de tal interés por la manera en que se construye el conocimiento radica en la necesidad del ser humano de obtener certezas y vivir a partir de ellas, de estar seguro de que la realidad en que se vive es de una manera y no de otra. Una vez que el ser humano es capaz de alejarse de sus creencias primigenias y de sus prejuicios (elementos que caracterizan al pensamiento mítico religioso), y es capaz de utilizar su capacidad de observación, de deducción y de inducción, tal como hicieron los primeros filósofos, entonces se está listo para construir una nueva manera de conocimiento: el conocimiento llamado ciencia.

Hay que considerar la idea de que la filosofía es, en todo caso, un esfuerzo por saber lo esencial de las cosas de manera racional, es decir, que la filosofía aspira a ser capaz de explicar lo que algo es (la naturaleza, el ser humano, Dios, la sociedad), a partir de su actividad racional e investigadora, entendida como ciencia. ¡De hecho es algo como lo que se te pide que realices, como estudiante, con este texto!

El conocimiento científico se vuelve entonces el tema central de este primer compendio de Métodos de Investigación 1. Naturalmente, el científico no es el único tipo de conocimiento que existe. Está por ejemplo el conocimiento cotidiano, de un nivel inferior al científico en cuanto a certeza y objetividad pero no por ello menos utilizado. Este conocimiento tiene un carácter social y está expresado en lo que más adelante veremos como creencia justificada por la legitimación social. La creencia es un modo de conocer, pero su nivel de certeza sufre al exigirle demostraciones o comprobaciones sobre lo que trata.

Otros tipos de conocimiento pueden ser el conocimiento político, el moral, el religioso, pero ninguno de ellos cuenta con la certeza objetiva que posee el conocimiento científico, el cual nos permite manejar fenómenos naturales y construir instrumentos y aparatos que nos hacen mejor y más cómoda la vida. De ahí la importancia de “conocer” o saber las características del conocimiento científico.

Nuestro objetivo o meta a alcanzar es examinar el proceso del conocimiento a partir de los tres modelos explicativos que plantean diferentes corrientes epistemológicas, analizar las condiciones de posibilidad de dicho proceso de conocimiento, desde la perspectiva teórica propuesta por Jean Piaget, estudiar la función de los marcos de interpretación, la función de las creencias en la construcción del conocimiento y finalmente revisar las características de los tres grandes tipos de conocimiento.

Los Tres Modelos Explicativos del Conocimiento

Los Modelos del conocimiento, de acuerdo con el objetivo 1.1 del plan de estudios de Métodos de Investigación 1,[1] el Modelo Mecanicista, el Idealista Subjetivo y el Objetivo Activista, son el resultado de una síntesis teórica de diferentes escuelas filosóficas que han abordado el problema epistemológico –es decir de los orígenes del conocimiento- como una relación entre el ser humano (al que llamamos sujeto) y su entorno, medio ambiente o mundo (al que llamamos objeto).

La dificultad de este tema se puede ejemplificar a través de la comparación con un hecho de la vida cotidiana: si se nos pidiera que estudiáramos y examináramos cómo es que respiramos (o caminamos, o nos movemos) y qué importancia tiene esta actividad para nosotros, entonces comprenderíamos un poco el problema: es la dificultad de la cercanía, de la naturaleza misma del conocer.

Está en nuestra naturaleza respirar, caminar, movernos y por supuesto, conocer. El problema que se nos presenta entonces es examinar cómo conocemos, o de cuántas maneras podemos concebir este problema.

Al examinarnos como sujetos con la capacidad de conocer (o sujetos cognoscentes) y cómo nos relacionamos con los objetos que nos rodean (como la naturaleza, la sociedad, el mundo, el mueble frente a nosotros), estamos reflexionando sobre lo que llamamos el proceso de conocer. La pregunta importante es ¿cómo conocemos?, y se trata de una pregunta de índole filosófica y sicológica. La ciencia, por su parte, responderá a la cuestión de qué es lo que conocemos, y entre el cómo y el qué se complementan para darnos una explicación racional de lo que son las cosas.

Casi todas las escuelas filosóficas están de acuerdo en exponer el problema epistemológico como una relación entre sujeto y objeto. La escuela dialéctica, con Hegel pero principalmente con Marx, añade un tercer elemento a esa relación: la sociedad.

Cuando en este contexto se dice “sujeto” siempre nos referimos a un hombre o mujer cuya conciencia puede autoidentificarse o autorreconocerse. Y cuando decimos “objeto” nos estamos refiriendo a aquello que está fuera de nosotros, lo que no somos nosotros.[2]

A veces al hablar de “objeto” nos referimos a cierta parte de nosotros, sobre todo cuando examinamos nuestro cuerpo. Decimos “el objeto de examen es mi pie, o mi inteligencia”; esto es ejemplo de cuando el objeto de conocimiento forma parte del cuerpo o mente del propio sujeto.

Tal vez de entrada te resulte difícil manejar los términos objeto y sujeto,[3] pero una vez entendidos estos conceptos, las dificultades de comprensión se refieren básicamente a otras dos ideas conceptuales: el aparato perceptivo y las estructuras del pensamiento.

Hay que señalar que tales dificultades son superadas consultando sus significados en un buen diccionario, lo cual te recomendamos constantemente en estudio de este material y como uno de los pasos esenciales en la indagación de cualquier tema: el manejo correcto del lenguaje. Dichos conceptos son esenciales para la comprensión de la esencia explicativa de los dos primeros modelos del conocimiento. Veamos el caso del Modelo Mecanicista.

[1] Que señalan: “El estudiante ubicará el proceso de conocimiento como interacción sujeto-objeto-sociedad, mediante el análisis de la interrelación que se establece entre estos tres aspectos. De esta manera, adquirirá una primera noción de epistemología que le permitirá explicarse cómo se construye el conocimiento”; la versión de los objetivos compilados que se utilizan en el SEAD no difiere mayormente, siendo igual en su esencia temática.
[2] En el siglo XVII John Locke había propuesto que la idea, como acto del pensar (o del conocer) tiene dos orígenes: “Los objetos de la sensación son uno de los orígenes de las ideas. Las operaciones de nuestra mente, son el otro origen de las ideas”. Arthur Schopenhauer, a principios del siglo XIX afirmó lo siguiente: “Llamaremos pura representación a todos los objetos existentes, incluso nuestro propio cuerpo. El sujeto es aquel que todo lo conoce y de nadie es conocido”. (Cf. Locke, J., Ensayo sobre el entendimiento humano, Fondo de Cultura Económica, México, 1986, páginas 83-4, y Schopenhauer, A., El mundo como voluntad y representación, Editorial Porrúa, México, 1983, página 20, ).
[3] Es en este tipo de conceptos que se recomienda ampliamente el uso de un diccionario de filosofía, ya sea impresos o en línea. Para el último caso utilícese el buscador de google.

Modelo Mecanicista

La relación entre el sujeto y el objeto es, de acuerdo con este modelo del conocimiento, un proceso mecánico que se inicia con el mero y simple entrar en contacto el sujeto con el objeto, a través del aparato perceptivo.

El proceso es mecánico porque está conformado por elementos que tienen una función específica, sin los cuales no es posible que se produzca correctamente dicho proceso. Es como un auto, el cual funciona en razón de sus componentes mecánicos. Para que el auto funcione óptimamente es necesario que todos sus componentes también funcionen correctamente.

El sujeto, equipado por naturaleza con un aparato sensorial o aparato perceptivo, formado por el conjunto de los cinco sentidos, entra en contacto con el objeto de manera totalmente pasiva a través de dicho aparato, el cual le reporta lo percibido a nuestra mente o conciencia, que son registradas en la memoria. Al conjunto de percepciones sensoriales se les llama “experiencia” sensitiva, o empiria.

La explicación mecanicista de la relación entre el sujeto y el objeto, se puede decir entonces, es el fruto de la reflexión filosófica de la escuela empírica, cuyos orígenes se encuentran desde Aristóteles[1] y llegan hasta los pensadores ingleses John Locke y David Hume.

Es importante hacer la contextualización del modelo mecanicista porque este tema está ligado a algunos otros que se exponen en Filosofía 1, y porque puedes así amplificar tu comprensión de las formas de pensar –o métodos- de los filósofos.

El modelo mecanicista es acertado o correcto cuando expone que es a través del aparato perceptivo que se produce el proceso de conocer, pero falla al no lograr explicar aquel tipo de conocimiento que no depende de la experiencia sensorial, sino del proceso de abstracción, fundamental en la construcción del conocimiento científico.

De ahí que su carácter cognoscitivo sea empírico, es decir referido exclusivamente a las percepciones sensoriales, las cuales son el resultado del reflejo fiel, 100% objetivo y neutral (como si fuera un espejo) del objeto, tal como señala el modelo.

La relación entre el sujeto y el objeto es, de acuerdo con este modelo del conocimiento, un proceso mecánico que se inicia con el mero y simple entrar en contacto el sujeto con el objeto, a través del aparato perceptivo.

El proceso es mecánico porque está conformado por elementos que tienen una función específica, sin los cuales no es posible que se produzca correctamente dicho proceso. Es como un auto, el cual funciona en razón de sus componentes mecánicos. Para que el auto funcione óptimamente es necesario que todos sus componentes también funcionen correctamente.

Esto último quiere decir que el sujeto construye, con los datos empíricos que le reporta su aparato perceptivo, una imagen o representación mental que es el reflejo fiel, totalmente objetivo y neutral, de lo que el objeto es. Una idea de esto nos la puede dar el reflejo de un espejo plano, que refleja exactamente la forma de los objetos sin distorsionarlos.


[1] Aristóteles señaló que “Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos son una prueba de esta verdad... Los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer por los sentidos. Pero este conocimiento en unos no proporciona la memoria; al paso que en otros la produce. Y así los primeros son simplemente inteligentes; y los otros son más capaces de aprender que los que no tienen la facultad de acordarse. En los hombres la experiencia proviene de la memoria. La experiencia es el conocimiento de las cosas particulares, y el arte, por el contrario, el de lo general”, por ello para Aristóteles la ciencia es un arte. (Cf. Aristóteles, Metafísica, Editorial Espasa-Calpe Mexicana, México, 1995, páginas 11-12)

Modelo Idealista Subjetivo


Opuesto al mecanicista, el modelo idealista subjetivo propone que es el sujeto el que mediante sus estructuras del pensamiento crea al objeto.[1]

Con frecuencia los estudiantes no alcanzan a ver que el texto, en este punto, no explica qué es eso de las “estructuras del pensamiento” y menos en qué sentido el sujeto “crea” al objeto. La estructura del pensamiento está dada por aquello que hace posible al propio pensamiento. Es como en un edificio, si preguntamos cuál es su estructura, nos dirán que es aquello que la soporta, sus cimientos, sus trabes y columnas. En el caso del pensamiento ocurre algo similar: lo que sustenta al pensamiento son la memoria, el lenguaje y la capacidad de conceptualización.

Este segundo modelo pasa por alto varios problemas conceptuales: una cosa es “crear” en nuestra conciencia una imagen o concepto del objeto para referirse a él y otra “crear” (darles el ser) a los propios objetos por medio de las mencionadas estructuras del pensamiento.

[1] Un representante de esta corriente epistemológica es el antes mencionado Arthur Schopenhauer y su obra citada.


El modelo idealista subjetivo exagera tremendamente sobre el papel del sujeto al decir que éste “crea” al objeto por medio de sus estructuras de pensamiento. En realidad lo que el sujeto crea (o construye) son imágenes o conceptos del objeto, utilizando sus estructuras del pensamiento, con la mencionada capacidad de conceptualización, de memorizar y del lenguaje, y esas imágenes son lo que constituye el conocimiento que tiene de él.

La mejor manera de entender lo que el modelo propone es concebir el proceso cognoscitivo como aquel en el que el sujeto, mediante sus estructuras de pensamiento, o para decirlo con otras palabras, sus capacidades intelectuales, genera una idea, imagen o concepto del objeto, pero no a partir de la nada, o de un mundo ideal, como plantea Platón, sino de los datos reportados por su aparato perceptivo. Además entendiendo que la existencia del objeto es algo que no depende del pensamiento del sujeto.

La postura teórica acerca de que un sujeto genera la idea del objeto a través de su percepción sensible y de sus estructuras mentales es la que sustenta de algún modo el tercer modelo, aunque en el texto el papel o función que juega la sociedad está enfatizada en esa relación sujeto-objeto.

Modelo Objetivo Activista


Este modelo explica que la relación sujeto-objeto se enriquece con un tercer elemento, no considerado en los dos modelos anteriores: el papel cognitivo desempeñado por la sociedad.

Sólo se puede pensar que el objeto es activo (porque este modelo dice que tanto el sujeto como el objeto son activos e interactúan) en la medida en que está conformado por la sociedad, por el conjunto de los sujetos viviendo en sociedad.

Se trata del modelo explicativo de la relación sujeto-objeto y sociedad que mejor explica el proceso que da como resultado el conocimiento. Por una parte reconoce que el sujeto efectivamente conoce a partir de su aparato perceptivo, como propone el primer modelo, y además acepta que una vez recibidos los datos sensoriales, éstos son ordenados y clasificados por las estructuras del pensamiento, tal como propone el segundo modelo, dando como resultado la generación de conceptos, ideas e imágenes que son las representaciones mentales de los objetos y que constituyen nuestro cuerpo o sistema de conocimientos.

Pero no sólo eso, sino que además considera que el sujeto en cuanto ser social, lleva a cabo actividades que interactúan e influyen en la manera, formas y contenidos de conocer de otros sujetos precisamente por la actividad social, entendida ésta como la unión de todos los fenómenos culturales, económicos, políticos y religiosos.

Cuando asistimos a la escuela e interactuamos con los profesores a través de preguntas y respuestas, o cuando abordamos algún transporte público o pagamos los servicios, o vamos a algún servicio religioso o comida de trabajo, en cada caso estamos interactuando socialmente.

Claro que no toda interacción produce cambios o modificaciones tanto en el sujeto como en el objeto, pero sí habrá cambios en aquellas interacciones en la que el sujeto modifica su pensamiento o acciones (cuando aprende algo nuevo y lo aplica) o cuando el sujeto cuenta con cierta preponderancia social (al promulgar una ley o ser líder de algún grupo) o, como en el caso de un científico verdaderamente connotado como Albert Einstein[1].


[1] Revisa algunas biografías de este personaje. Por ejemplo la que se encuentra en http://www.biografiasyvidas.com/monografia/einstein/index.htm

Estructuras que posibilitan la Construcción del Conocimiento

Otro de los elementos temáticos que los estudiantes suelen pasar por alto y no alcanzan a comprender, debido también un poco a que el propio texto del Compendio Fascicular de Métodos de Investigación 1 no es muy claro,[1] es el que se refiere a las estructuras que posibilitan la construcción del conocimiento.

Además es un tema que, por su importancia en la comprensión del proceso de conocimiento es esencial, ha sido inexplicablemente relegado tanto en los objetivos del programa de estudio como en los objetivos compilados que se manejan en el Sistema Abierto.[2]

Si bien es un tema que se asume presuntamente como algo que se ha manejado tanto en el primer modelo del conocimiento como en el segundo, es algo que por eso mismo no se explica con suficiente sencillez y claridad, y por ello carece de la profundidad necesaria.

Lo primero que hay que explicar es qué significado tiene el concepto de estructura.[3] El Pequeño Larousse Ilustrado ofrece varias nociones a este concepto, de las cuales tomaremos tres básicas:

Estuctura: 1. “Manera en que las diferentes partes de un conjunto, concreto o abstracto, están dispuestas entre sí y son solidarias, y sólo adquieren sentido en relación al conjunto: la estructura de una red, la estructura del cuerpo humano; 2. Armadura que constituye el esqueleto de algo y que sirve para sostener un conjunto: la estructura de un edificio. 3. Filos. Conjunto ordenado y autónomo de elementos interdependientes cuyas relaciones están reguladas por leyes”.[4]

La primera noción de estructura nos hace ver que lo importante es que los elementos sólo tienen sentido en relación con el conjunto. El ejemplo de la estructura del cuerpo humano es muy bueno, pues nos hace ver que el cuerpo consta de diferentes partes o elementos que reunidos en un conjunto dan como resultado el cuerpo total. Ahora comentemos algo sobre cada noción del concepto.

Respecto al problema epistemológico que ya han explicado los tres modelos del conocimiento, es claro ver que en el primer modelo, la llamada estructura sensible se refiere al aparato perceptivo como la fuente primaria del conocimiento, pero se le resta importancia a lo que ocurre con esos datos percibidos una vez en la mente o pensamiento del sujeto, pues sólo se dice que son “registrados”.

La segunda noción de estructura habla de que ésta es como un esqueleto o armadura, dando como ejemplo la estructura de un edificio.

Un edificio está estructuralmente formado por los cimientos, las trabes, las columnas, las paredes de apoyo. La idea que subyace es que la estructura es lo que sustenta a algo, sea un cuerpo, un edificio o, en términos más abstractos, lo que sostiene al proceso de conocer.

La tercera noción de estructura considerada aquí, y que tiene un carácter filosófico, hace énfasis en el carácter autónomo del conjunto y la interdependencia de los elementos que forman la estructura de algo.

Si hablamos de las estructuras que posibilitan la construcción del conocimiento estaremos hablando de los elementos que intervienen en esa construcción, que son autónomos en el sujeto, pero que están íntimamente ligados y sin los cuales no es posible la construcción del conocimiento ni de nada.

Estructura Física o Sensible

El texto fascicular mencoinado habla de dos tipos de estructuras: las físicas y las intelectuales, pero no abunda en ellas porque da por supuesto que ya sabes de qué se trata el asunto. En realidad son las mismas estructuras que, combinadas, hacen posible la conciencia, el pensamiento y el conocimiento, tal como deja en claro el filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant [5]

Si has leído con suficiente atención te habrás dado cuenta de que la estructura física es lo que en el primer modelo del conocimiento, el mecanicista, llamamos el aparato perceptivo: los cinco sentidos. Ésa es la estructura que hace posible la construcción del conocimiento empírico.

Sería de esperar que cada ser humano goce por naturaleza de sus cinco sentidos, pero se da el caso de que a veces nacen personas con ceguera o sordera, que son dos de las carencias más comunes. No sé hasta ahora por ejemplo de alguien que haya nacido sin el sentido del tacto, tal vez porque este sentido depende de toda la piel del cuerpo, que es el órgano más grande.


Estructura Intelectual

¿Cuáles pueden ser los elementos que forman la estructura intelectual? Naturalmente aquellos sin los cuales sencillamente el pensamiento no se sostendría porque no tendría coherencia ni manera de traer a la conciencia los recuerdos.

Si partimos, para explicar la función de esta estructura, de la idea de que el pensamiento sólo se expresa mediante un lenguaje expresado mediante una gramática, y que éste sólo es posible en la medida en que tenemos la capacidad de conceptualizar las cosas, de abstraerlas y representarlas mentalmente –que es la que según algunos nos distingue de los demás animales, entendiendo por esa capacidad la razón o racionalidad- entonces tenemos que señalar que la estructura intelectual primaria es la capacidad de lenguaje, sin la cual no hay conocimiento.[6]


[1] Compendio Fascicular de Métodos de Investigación 1, capítulo 1, página 16.
[2] En el programa de estudios de la materia, el objetivo 1.1.1.1 señala que el estudiante entenderá el proceso de conocer y la relación entre sujeto y objeto, y “entre la estructura y génesis del conocimiento”. En los objetivos compilados no hay ningún objetivo que se refiera a las estructuras cognoscitivas, con lo que se pierde de vista este importante tema para la comprensión global del problema del conocimiento.
[3] Para este tipo de consultas es recomendable el uso de un diccionario especializado o enciclopedia.
[4] Pequeño Larousse Ilustrado, Ediciones Larousse, Colombia, 1998, página 426.
[5] Kant, en la introducción de la Crítica de la Razón Pura, luego de estudiar la tradición empirista, explica la importancia del conocimiento empírico, para luego exponer las condiciones para que éste se produzca, en lo que él llama estética trascendental, y que es parte esencial en la originalidad de su propuesta epistemológica. Kant dice “No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿por dónde iba a despertarse la facultad de conocer, para su ejercicio, como no fuera por medio de objetos que hieren nuestros sentidos y ora provocan por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento nuestra capacidad intelectual para compararlos, enlazarlos, o separarlos y elaborar así, con la materia bruta de las impresiones sensibles un conocimiento de los objetos llamado experiencia?” (Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Pura, Editorial Porrúa, México, 1982, página 27).
[6] Esta idea la expresa muy bien André Langaney cuando dice que “Lo que distingue verdaderamente a nuestra especie de las otras es nuestro lenguaje: somos capaces de combinar palabras, según una gramática, para construir frases, y éstas adquieren así un sentido superior a la simple agregación de palabras. Es un lenguaje de “doble articulación” de palabras y sentido... Los simios poseen una memoria, pueden comprender palabras. Pero, mientras no se pruebe lo contrario, no pueden adquirir una gramática. La capacidad lingüística parece propia del cerebro humano y la ponemos en práctica apenas contamos con palabras para decirla”. (Cf. Langaney André, et al, La más bella historia del hombre, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1999, página 23 y 24).



Lenguaje, Memoria y Conceptualización

Como el conocimiento es acumulativo, el lenguaje también sirve para recordar lo que ya se ha percibido o ya se conoce por la experiencia comunicada de otros (una vez aprendido el conjunto de códigos lingüísticos que forman el lenguaje), aunque para eso entra en funciones otro elemento de la estructura intelectual que hace posible la construcción del conocimiento: la memoria, sin la cual no sería posible recordar la relación entre el concepto y lo representado (como Aristóteles en su obra la Metafísica señala de manera muy clara).

Por eso le podemos decir a una persona que lo conocemos: porque lo recordamos a lo largo del tiempo, o porque alguien confiable nos ha hablado de él. Claro que lo anterior, en ambos casos, no garantiza un conocimiento exhaustivo ni exacto.

El caso de las ciencias es diferente porque los fenómenos de la naturaleza muestran en sus comportamientos una regularidad que no tienen muchas acciones humanas, por eso es que se supone que el conocimiento científico es más “objetivo”, es decir lo más apegado al ser propio de la cosa percibida.[1]

La estructura racional, como también podemos llamar a la estructura intelectual, está caracterizada por su capacidad de ordenar, comparar, clasificar, juntar o aislar conceptos, lo mismo que por su capacidad de lenguaje y de memoria.

El contexto de estos temas, esencialmente epistemológicos, amplía la visión que debes tener del quehacer filosófico y científico, para que no veas este tipo de problemas con la aridez característica de una visión superficial, y con un poco de aplicación lograrás interesarte en ellos para ampliar tus propias lecturas.

Lo ideal sería, al menos en esta área, lograr lo que Eduardo Nicol propone en alguno de sus libros: que más que aprender lecciones de filosofía sobre el problema del conocimiento, lo que se debe aprender es a pensar: más que aprender contenidos temáticos (como parte de un currículo académico) se debe aprender a ser crítico, a pensar de manera propia con respecto a los problemas planteados por los filósofos a lo largo de la historia. Se debe aprender a cuestionar los hechos de la naturaleza y de la sociedad como ellos lo han hecho.

Es por supuesto de gran importancia también no perder de vista los objetivos de evaluación propuestos por el Colegio, pues a pesar de que a veces parecen representar limitantes formales y académicos, por su ambigüedad o su generalidad, son a final de cuentas las metas a alcanzar.

Podría pensarse que hay una contradicción en lo que se ha dicho: por una parte se aboga por la enseñanza a pensar y por otra se señalan los lineamientos formales de las evaluaciones sumativas, pero en el fondo no hay tal cosa, se puede cumplir con las dos intenciones: al aprender a pensar y a investigar, el cumplimiento de los objetivos se da por añadidura.

[1] Aunque hay algunos pensadores que están seguros de la infalibilidad de las ciencias, pero no lo están del papel sociológico que puede llegar a jugar la ciencia, como Paul Feyerabend, quien en un artículo titulado “Cómo defender a la sociedad contra la ciencia” señala que es necesario defender a la sociedad de la ciencia cuando se ha convertido en una ideología que se enseña en las escuelas de manera acrítica y casi religiosamente. “Mi crítica a la ciencia moderna es que inhibe la libertad de pensamiento”, sostiene Feyerabend (CF. Hacking, Ian, comp. Revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, Breviarios, México, 1985, páginas 294-8).